jueves, 15 de diciembre de 2016

Viaje sin destino (Rafael Gil, 1942)




Con Antonio Casal, Luchy Soto, Blanca Pozas, Fuensanta Lorente, Alberto Romea, Miguel Pozanco, Manuel Arbó, José Prada, Jorge León, Pedro Cabré, Valeriano Ruiz París, Alberto López, Camino Garrigó, Manrique Gil, Joaquín Torréns, Pedro Mascaró, Vicente Vega y Joaquín Cuquerella.     
  


A Poveda,  trabajador de la empresa de viajes Panorama se le ocurre una brillante idea para reflotar las vacías arcas de la compañía: organizar viajes sin ningún destino predeterminado, donde la travesía se convertirá en una aventura llena de misterios.

 Antonio Casal
La segunda película de Rafael Gil supone todo un gozo para el espectador, como lo fueron prácticamente todas sus obras rodadas durante los años cuarenta. Si esta y muchas otras no han pasado con letras mayúsculas a la historia del cine español, en buena parte es culpa de Juan Antonio Bardem. Y esto es así por las famosas palabras que el realizador dijo en las célebres Conversaciones de Salamanca que tuvieron lugar en 1955: “El cine español es: políticamente ineficaz, socialmente falso, intelectualmente ínfimo, estéticamente nulo e industrialmente raquítico”. Este conocido pentagrama de Bardem, desmentido incluso por el propio Berlanga, era un cúmulo de interesadas falsedades que retrataban erróneamente el cine español y que sirvieron para que los críticos de cine fustigaran injustamente las películas que se producían durante esos años en nuestro país y menospreciaran, hasta el punto de llevarlo al olvido, todo el cine rodado en la década de los cuarenta. Craso error, en cuanto que durante esos diez años se produjeron en España películas tan interesantes como la que nos ocupa.

Luchy Soto 
Rafael Gil comienza el rodaje de Viaje sin destino a mediados de abril de 1942, solo tres meses después de finalizar el de su primera película, la muy apreciable El hombre que se quiso matar (1942), basada en un relato de Wenceslao Fernández Flórez y de la que, pese a su indudable frescura, el realizador no quedó demasiado contento. Lo hace de nuevo para la casa CIFESA, la productora más importante del país.

Como en su anterior largometraje, Gil vuelve a contar con el protagonismo del gran Antonio Casal, lo más parecido a Cary Grant con lo que ha contado el cine español. Casal trabajaría otras tres veces para el director. El personaje femenino está interpretado eficazmente por Luchy Soto, en su único trabajo para Gil. Entre el resto del reparto, actores que se convertirían en fieles colaboradores del cineasta, como Alberto Romea, Manuel Arbó, Camino Garrigó o José Prada, que rodaría veinte largometrajes con Gil.

Alberto Romea
 
Si en su anterior filme, Gil crea una especie de fábula a lo Frank Capra, en esta ocasión parece fijarse especialmente en el cine de terror de la Universal, y en menor medida, en el policial. 

Hay que mencionar la personalidad del creador del libreto, José Santugini. Un cómico que había comenzado escribiendo en los años veinte en el seminario satírico Buen Humor, junto con plumas tan destacables como las de Enrique Jardiel Poncela, José López Rubio o Ramón Gómez de la Serna, y que acabaría trabajando para el cine, campo en el que se convertiría en uno de los más grandes guionistas de nuestro país, hoy tristemente olvidado. Suyo es también el guión de la magistral La torre de los siete jorobados (Edgar Neville, 1944), sobre la novela de Emilio Carrere. También participa en uno de las primeras cintas policiales de nuestro cine, como es Brigada criminal (Ignacio F. Iquino, 1950). Y resultan especialmente destacables sus colaboraciones con el excepcional realizador Ladislao Vajda, con títulos como Carne de horca (1953), Tarde de toros (1956), Mi tío Jacinto (1956) y Un ángel pasó por Brooklyn (1957), entre otros. En 1936 había escrito y dirigido la comedia Una mujer en peligro, y el de Viaje sin destino era su segundo guión cinematográfico. Y como en el anterior, gran parte de su acción ocurre en el interior de un tenebroso caserón.

El amor del guionista por el cine de terror de la Universal (él fue el encargado de que llegaran a España las primeras películas de Boris Karloff cuando trabajaba para la Sociedad Anónima General de Espectáculos) resulta evidente en esta película, ya por su ambientación en un hotel semiabandonado, como en toda clase de guiños a otras cintas, como pueden ser El hombre invisible (James Whale, 1933), cuando Antonio Casal se hace pasar por este ante la cama de Luchy Soto, en una escena bastante atrevida; o Agárrame ese fantasma (Arthur Lubin, 1941), protagonizada por George Abbott y Lou Costello, en el momento en el que se mueven los cubiertos de la mesa ante un desconcertado Miguel Pozanco. El mismo actor es protagonista de otra curiosa secuencia en la que su imagen reflejada en un espejo se mueve sin control.

 Miguel Pozanco
Un poco más difícil de explicar es el curioso parecido que guarda el argumento de este filme con el de Horror island, dirigida un año antes por George Waggner, pero nunca estrenada en España. En aquella, un grupo de personas paga para viajar en busca de un tesoro desconocido y acaban en una extraña mansión en la que ocurren sucesos misteriosos y se comete un asesinato. Otra coincidencia reseñable es que en entre el grupo de viajeros se encuentra un policía infiltrado. Con todo, parece improbable que Santugini hubiese visto la película, pero bien podía conocer su argumento.

Destacamos también el hecho de que Santugini se jactaba de que su guión había sido filmado sin la más mínima modificación por parte de Rafael Gil. 

 El espíritu del muerto sale de su cuerpo
Una escena nos llama profundamente la atención: cuando el personaje protagonizado por Alberto Romea cuenta la causa de su desazón y el estado de abandono del hotel que regenta, Gil la pone en escena utilizando técnicas de cine mudo, que incluyen el aumento de la velocidad de reproducción y una teatral sobreactuación típica de aquella época. También vemos al espíritu del difunto hijo de Romea cuando abandona su cuerpo, para la que Gil utiliza una doble exposición.

La tramoya de la ficción cobra protagonismo cuando descubrimos los trucos de los que se vale el protagonista para hacer creer a los viajeros presencias extrañas.


La crítica respondió considerablemente bien. Ródenas la elogiaba desde las páginas de ABC en estos términos: “Se ha complementado la gracia del asunto con la agilidad directiva, y ello con la interpretación, los excelentes fotogramas, los paisajes y el ritmo acelerado que siguen todas las escenas, dan al conjunto una película que sin ínfulas trascendentales, es amena, graciosa e interesante en muchos momentos” (15/10/1942).

Consigue un accésit en los premios otorgados por el Sindicato Nacional del Espectáculo. El premio consiste en 100.000 pesetas. Curiosamente el primer premio del certamen se lo lleva también Rafael Gil por su posterior película, Huella de luz (1942).

 Manuel Arbó


¿Sabías que…?

José Santugini y Rafael Gil ya habían coincidido cuando escribían artículos para la misma revista: Tajo.

En la escena de la pista de patinaje, Antonio Casal sufrió una caída que le costó una lesión en su brazo.

En la asombrosa Eloísa está debajo de un almendro (1943), también dirigida por Gil, vemos como Amparo Rivelles y Guadalupe Muñoz Sampedro acuden al cine. La película que ven es esta Viaje sin destino, lo que permite alguna que otra broma metacinematográfica.

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jueves, 20 de octubre de 2016

Proyecto Lucio Fulci (VII): Uno strano tipo (1963)





Con Adriano Celentano, Claudia Mori, Donatella Turri, Luigi Pavese, Carlo Campanini , Giacomo Furia, Gianni Agus , Rosalba Neri , Franco Giacobini, Raffaella De Carolis, Antonella Murgia, Mario Brega, Renato Terra, Marco Morandi, Anna Maria Surdo, Nino Di Napoli, Nunzia Fumo, Don Backy, Miky Del Prete, Memo Dittongo, Nino Taranto y Erminio Macario.


Adriano Celentano y su banda musical (I Ribelli) viajan a Amalfi. Adriano quiere ir allí para descansar con su novia, pero su representante tiene otros planes para él: quiere que actúe en el hotel donde se alojan. Una vez llegan a esta turística villa, comprueban que todos los lugareños tratan con un inusitado desprecio al cantante, que queda desconcertado ante esta actitud. La respuesta está en que un tunante se aprovecha del parecido que guarda un pobre desgraciado con el roquero para hacerse pasar por él. Y, en Amalfi, dejó hace tiempo a una joven embarazada.

 Claudia Mori

A partir de esta premisa, se suceden los equívocos y las confusiones entre un personaje y su sosías, lo que crea unas situaciones de enredo en ocasiones bastante divertidas.

 Adriano Celentano por partida doble
Fue producida por Giovanni Addessi, que pretendía prorrogar anteriores éxitos musicales como Ragazzi del Juke-Box (1959) y Urlatori alla sbarra (1960). Esta cinta, no obstante, supone la tercera y última colaboración de Fulci con el cantante Adriano Celentano. De hecho, esta es la postrera comedia musical que realizaría el realizador romano. Hay que recordar que Celentano debutó en el cine de la mano de Fulci, a instancias de Piero Vivarelli. El cantante todavía tendría que madurar sus dotes interpretativas, pero esta película resulta un doble tour de force para él: por una parte, supone su primer papel protagonista, ya que sus anteriores actuaciones habían tenido lugar en películas corales; y por otro, tiene que interpretar un doble papel: el de un cantante llamado Adriano Celentano, que corresponde en buena parte a su persona, pero que en otros aspectos es totalmente ficticio; y el de una caricatura simiesca del anterior, para lo cual toma prestados muchos recursos de Jerry Lewis, aunque con desigual fortuna. 

 Luigi Pavese y Donatella Turri

También supone la despedida de un actor hasta entonces habitual en la filmografía de Fulci, como es Giacomo Furia, al que no recuperaría hasta 1980. 
El elenco es bastante apreciable, con cómicos veteranos de la talla de Erminio Macario o Nino Taranto, el gran Luigi Pavese y un elenco femenino ciertamente atractivo, con Claudia Mori, la guapa Donatella Turri, retirada prematuramente, o la estupenda Rosalba Neri, en un papel demasiado pequeño y que, desgraciadamente, no volveríamos a ver en ningun otro largometraje de Fulci.
La película cuenta entre el reparto, por razones meramente publicitarias, con Raffaella de Carolis, Miss Italia 1962, y Antonella Murgia, Bella d’Italia 1962.

 
 Carlo Campanini y Celentano
Hay que destacar que durante el rodaje de esta película, Celentano y Claudia Mori se enamoraron. Un año más tarde se casarían. El cantante ocultó todo lo concerniente a esta relación a la que era su novia por entonces, la cantante y única fémina del Clan Celentano, Milena Cantù, que al enterarse por la prensa del matrimonio, dijo con ironía: “Creo que somos todavía novios, nunca me ha dicho adiós”[1].Como curiosidad, comentar que este idilio enfrió la relación del cantante con su habitual colaborador Don Backy, que no congeniaba con Claudia Mori.

Donatella Turri entre Giacomo Furia y Luigi Pavese 
Uno de los momentos más destacados de la cinta tiene lugar durante la actuación en el hotel que debía ser realizada por Celentano, pero en su lugar aparece su doble, incapaz de cantar cualquier cosa mínimamente audible. Su cómplice de fechorías intenta resolver el problema mediante el play-back. Así, encontramos al seudocantante gestualizando mientras suena la canción. El primer obstáculo lo encuentra cuando la canción finaliza con un fundido, y vemos a nuestro protagonista reaccionando como puede. Pero después, el disco es reproducido a más revoluciones por minuto de las que toca, con lo que el truco es descubierto finalmente por el público (resulta surrealista ver como los músicos continúan interpretando como si nada ocurriera). También sorprende que en una de las canciones suene un acordeón sin que ninguno de los músicos toque dicho instrumento.

 Nunzia Fumo y Claudia Mori
Por otro lado, resulta bastante menos gracioso toda la historia que tiene como protagonista al bebé que Claudia Mori le endosa al Celentano verdadero. Se mire como se mire, no resulta gracioso intentar deshacerse de un bebé de unos pocos meses. Ni aunque después, indefectiblemente, vuelva a manos del cantante (a su pesar) intentando resultar humorístico. No, no resulta cómico abandonar a un bebé. Ni intentar darle licores y puros. Un bajón en el desarrollo de la historia.

 Rosalba Neri y Gianni Agus
Encontramos también algunos errores infantiles en el guión, obra de Fulci y el veterano Vittorio Metz, que ya habían coincidido en Totò all'inferno (Camillo Mastrocinque, 1955) y volverían a colaborar con posterioridad. Así, por ejemplo, encontramos una escena en la que dos personajes se tienen que encontrar sí o sí en las escalinatas de la catedral de Amalfi y, sin embargo, uno de ellos desaparece misteriosamente, con lo que el encuentro no se produce.

 Celentano y Nino Taranto
Celentano canta varias de sus canciones más famosas. Entre ellas, su célebre Pregherò, versión del Stand by me de Ben. E. King, pero con una letra muy pía. A pesar de la popularidad del cantante, no funcionó demasiado bien en taquilla.

Al parecer, existen algunas copias en las que la última escena, rodada en Capri, aparece en color.

En definitiva, una comedia pasablemente divertida, que pierde ritmo conforme avanza el metraje, quizá demasiado largo, pero que no decepcionará a los admiradores de Celentano y de sus espasmos a los que él llama bailes. Un punto y aparte en la carrera de Fulci, que abandona definitivamente sus aventuras con el rock’n’roll para dedicarse exclusivamente a la comedia, género que tardaría en abandonar bastantes años. Aún le faltaban muchos  para que se convirtiera en el director de culto que hoy es.

 Celentano y Erminio Macario



¿Sabías que…?
Claudia Mori no quería rodar esta película. Fue gracias a la insistencia de su hermana, gran admiradora de Celentano, que finalmente la interpretó.


[1] GARGANO, Pietro, Ciao, amore, ciao. Vele Bianchi Editori. 2007.